martes, 3 de noviembre de 2009

Articulo de un buen amigo, Manolo Moret

Recomiendo este articulo de Manuel Moret, viene muy al pelo de recientes llamamientos y discusiones constructivas acerca del futuro de la Izquierda.


Buscando el nuevo Paradigma

Esta devastadora crisis que padecemos, puede que sirva de acicate para que en el siglo XXI se abran puertas hacia la esperanza. No lo se. Lo que ya es innegable es que ha pulverizado principios que muchos creían inmutables, situando frente al abismo, economías que se consideraban invencibles. La recesión, y su consecuencia más dramática, el paro, dejan en el camino demasiadas incertidumbres sobre que seguramente requerirán encontrar nuevos paradigmas que resuelvan tantas contradicciones colectivas.

Son las consecuencias de esa codicia especulativa que ha invadido los mercados financieros internacionales. La avidez por la ganancia rápida – o por la acumulación de dinero y de poder-, ha concentrado enormes recursos en operaciones bursátiles dedicadas al intercambio tanto de “títulos basura”, como los representativos de producciones futuras de energías fósiles y de alimentos vitales para de millones de personas. El consiguiente encarecimiento de sus precios, ha sido la causa de graves shoks económicos y de criminales hambrunas padecidas en los continentes menos desarrollados. Prácticas en las que la decencia y la ética han brillado por su ausencia. La escandalosa liberalización de los mercados, la creencia falsa en la capacidad de éstos para autorregularse y la machacona idea de empequeñecer más y más la participación de los estados en la cosa pública, -recortando el estado del bienestar y privatizando servicios públicos esenciales – han sido los tres pilares clave del neoliberalismo que han dominado el pensamiento económico durante las últimas décadas.

Y ese juego perverso lo han practicado gran parte de los gobiernos democráticos –conservadores y socialdemócratas-, tolerando esos desmanes y aferrándose a estas certezas tomadas como esenciales para el progreso y el bienestar de los pueblos. La izquierda mayoritaria, seducida por estos cantos de sirena, ha ido claudicando lenta, pero tenazmente, ante “verdades” que la crisis se ha encargado de triturar. El paradigma en el que occidente fijó su anclaje para anticipar el progreso, ha demostrado ser tan injusto como insostenible. La crisis ecológica, energética, alimentaria y económica –y especialmente de valores- que padecemos, no hace más que confirmar que “crecimiento y bienestar” ha dejado de ser el binomio idílico que nos conduce a la “prosperidad”. Hoy parece que hasta eso que llamamos crecimiento sostenible es un nuevo imposible, al menos mientras no haya una política global capaz de mantener un nuevo modelo de producción social que garantice un digno y justo reparto de la riqueza del planeta. El problema es qué hacer con la crisis y el paro en el corto plazo mientras no se encuentre ese nuevo modelo..

Una política global semejante no será posible hasta que no se construyan unas Instituciones mundiales capaces de promover normas, canalizar recursos, articular instrumentos de control y contar con una representatividad democrática reconocida por todas las naciones –desarrolladas, emergentes y por desarrollar- que sustituyan a las surgidas tras la Segunda Guerra Mundial (Fondo Monetario, Banco Mundial y OMC), ya que, durante estos últimos decenios, éstas no han hecho más ejercer de auténticos gendarmes para que esa ortodoxia neoliberal se aplicase a raja tabla “urbi et orbe”. Y no es probable que la “generosidad” de la derecha política y económica llegue hasta el punto de facilitar dicha sustitución.

Ese futuro, lejos de depender de una “refundación” del capitalismo -como sugirió no hace mucho el Presidente francés-, solo cabe esperarlo a partir de los nuevos vientos que vengan de la izquierda. De unas izquierdas plurales y mayoritarias, portadoras de nuevos impulsos y mejores alternativas.

La socialdemocracia debió ver con claridad - especialmente a partir de la caída del “muro de Berlín”- que su futuro –y no solo el suyo- iba a depender del grado de beligerancia con el se enfrentara al neoliberalismo. El precio que está pagando por no haberlo hecho es enorme: la derecha en Europa amplia su espacio, mientras que el suyo se empequeñece por las enormes bolsas de abstención que provoca su indefinición. De ahí esta curiosa paradoja: pese a la crisis sistémica en la que nos ha metido el capitalismo, los neo-conservadores -fervientes defensores suyos-, son los que están copando casi todos los gobiernos europeos.


Si hoy tienen plena vigencia cuestiones como “el estado del bienestar”, el pleno empleo, la igualdad de oportunidad, el justo reparto de la riqueza, la solidaridad, la sostenibilidad …¿qué hacer para lograrlo? Una primera cuestión insoslayable: oponerse sin matices a este sistema tan injusto. No hay atajo posible.

Pero hay que ser objetivos. A estas alturas de los tiempos creo que aún no existe el camino certero por el que ponerse a andar. Son múltiples –y también contradictorias- las posibles pistas que tenemos ante nuestros ojos. ¿La llamada revolución bolivariana? ¿La experiencia del Brasil de Lula? ¿Para quienes? ¿Para todos? Cuando afirmamos que son difícilmente exportables las experiencias europeas hacia países que necesitan superar la gran injusticia histórica de la que han sido victimas ¿no estamos implícitamente diciendo que sus actuales experiencias no pueden aplicarse aquí miméticamente?

En todo caso, nos queda la certeza de nuestras dudas y pese a ellas, nada peor que permanecer quietos y a la espera. Al contrario. Son éstas incertidumbres las que nos empujan a caminar junto a otros en busca de esos nuevos paradigmas que nos acerquen a esa Ítaca posible a la que muchos aspiramos, inalcanzable desde los viejos esquemas del productivismo decimonónico ni desde estériles dogmatismos superados por la Historia.

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Manuel More

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